lunes, 25 de enero de 2016

Mi embarazo

Supimos que estaba embarazada el 26 de enero de 2015. ¡Y aún recuerdo perfectamente ese día! La semana anterior me había hecho un test de embarazo que dio negativo porque según mis cálculos (y la aplicación molona del móvil) tenía una semana de retraso pero no le había dicho nada al padre (señor P a partir de ahora). Así que ese día, al volver del trabajo, y viendo que el retraso ya duraba casi dos semanas (y que tenía un dolor considerable en los pechos), compré el test por el camino. Lo hice y lo dejé en el baño hasta que, pasados casi 10 minutos, volví y encontré las dos rallitas!!! En ese momento sólo pude sonreír y empezar a soñar. La cara de sorpresa fue la del señor P que encontró el test encima de su plato cuando volvió de trabajar. Y sólo dijo: "¿Esto qué quiere decir? ¿Ya?" y se sentó. Al minuto empezó a sonreír, nos miramos y nos abrazamos. Guardamos el secreto unas semanas para estar seguros que todo iba bien.



La primera ecografía fue en la semana 8 y oímos el corazón. En ese momento ya entendí que una personita estaba creciendo dentro de mí y que estábamos esperando a garbancete o garbanceta.

Todo el embarazo fue perfecto, salvo que en la semana 22 empecé con una ciática severa y me tuvieron que dar la baja. Pero a parte de este pequeño "problemilla", puedo decir que tuve un embarazo perfecto.

Desde el primer día me sentí fenomenal, ni una náusea, ni un malestar, sólo un poco de sueño en el primer trimestre. Durante las 38 semanas de embarazo tuve siempre una sensación de felicidad inmensa. Cada día me despertaba pletórica, la sensación de sentir un garbancito dentro de mí es inexplicable, sentir como va creciendo, sentir su crecimiento, los movimientos, ilusionarnos cada día.

Lo primero que compramos, sin saber qué iba a ser, fueron unas deportivas iguales que las del señor P para poder decirle a todo el mundo la noticia. No fue hasta la semana 20 (en la ecografía morfológica) que nos aseguraron que era un niño.

El nombre nos costó un poco de encontrar, la verdad que yo tenía la sensación de que era una niña y el nombre de Lucía sonaba con fuerza, dudábamos entre Lucas y Mario (el señor P quería Jorge como su padre, abuelo y hermano, cosa a la que me negué desde el primer momento porque no me gusta nada esa tradición), pero fue escuchar la canción de MClan y nos decidimos enseguida por Mario. 



Entonces las piezas del puzzle se pusieron en orden, cada día hablaba con mi niño, le sentía darme patadas y a la vez una sensación de paz y tranquilidad porque todo iba perfecto, Mario crecía bien y yo cada vez me sentía mejor.

La ilusión, la felicidad, la calma, la tranquilidad que he sentido en este embarazo no es comparable con nada más. Todo el mundo habla de los "inconvenientes" y problemas que tienen durante el embarazo. Yo, salvo el dolor de espalda, no puedo decir nada negativo. Desde el primer momento me preguntaban si me sentía bien, si tenía alguna molestia, si no tenía miedo y yo siempre respondía: "estoy embarazada, no enferma". Cada día me despertaba feliz, mi cuerpo iba cambiando pero me sentía bella. Bonita con mi tripa, contenta de irme poniendo pantalones de embarazada horribles (porque no lo neguemos, esa goma enorme es fatal), buscando camisetas que envolvieran mi barrigota en verano y siempre acompañada del abanico durante todo el verano. Me veía guapa incluso en bikini, y no tenía ningún problema en enseñar mi tripa (tengo que decir, de todas formas, que no me ha salido ni media estría en ningún sitio de mi cuerpo y que durante los dos primeros trimestre no cogí ni un gramo, casi al revés, iba perdiendo peso y aumentando de talla. En total, sólo cogí 7 kilos en las 38 semanas).

El señor P ha tenido una paciencia infinita conmigo. A pesar de tener un embarazo perfecto, algunas veces he tenido tiempo para quejarme, especialmente en julio y agosto, que ya la barriga estaba bastante avanzada y el calor apretaba. Me ha acompañado en todos los momentos, buenos y malos, sin protestar. Ha aguantado mis calores de noche con las ventanas abiertas de par en par, incluso en septiembre que ya empezaba el fresquito. Escuchó con calma cada uno de mis temores y dudas, intentando siempre hacerse el valiente cuando él también tenía miles de ellas. Posó en todas las fotos que le he pedido, una cada mes en la misma posición, sin rechistar. Pero sobretodo nos hemos unido en los buenos momentos, aquellos en los que él o yo empezábamos a soñar con la carita del bebé, a planificar cosas del futuro, a montar su habitación, mirarnos con ojos brillantes en cada ecografía y descubrir que juntos estábamos creando una familia. 



En el último trimestre, al irse acercando el momento del parto, empecé a sentir cierto nerviosismo e incluso miedo en algunos momentos porque se planteaban muchas dudas: ¿seré capaz de dar a luz? ¿me va a doler mucho? ¿y si me tienen que hacer una cesárea de urgencia? Pero enseguida Mario me daba una patada y todo se calmaba.

La barriga seguía creciendo, yo cada vez más pletórica y más feliz y en la semana 37 me hicieron las primeras "correas". Ninguna señal de nacimiento, sin contracciones y todo perfecto. 4 días más tarde, un día normal y corriente, a las 4 de la madrugada me desperté para ir al baño y noté que había roto aguas. Y así llegó el gran momento, 19 de septiembre, después de 8 horas de parto (que ya explicaré en otro post) llegó nuestro pequeño tesoro.

Puedo resumir este embarazo, y las personas que me conocen ya han oído esta frase antes, como: "el embarazo es el mejor estado en el que una mujer puede estar" y las emociones que se sienten con cada cambio son indescriptibles.

Este ha sido mi embarazo muy muy resumido, pero me gustaría decir a las mujeres que están embarazadas que disfruten de cada momento porque al fin y al cabo es un estado que vamos a sentir dos, máximo 3 o 4, veces en la vida. 

Que la sonrisa siempre te acompañe,

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